miércoles, 12 de septiembre de 2007

El objeto débil, el objeto artista, el objeto psicoanalista

Irene Accarini

Este texto es un resumen de la ponencia realizada en el mes de mayo, en el marco del Seminario anual a dictarse en el Museo Casa de Ricardo Rojas durante el presente año los segundos lunes de cada mes. El Seminario se propone investigar los destinos del arte actual.


Comenzaré por situar las coordenadas para aproximarnos a nuestro objeto de estudio, es decir, el arte actual. Partiré de interrogarlo, de interrogarlo como fenómeno. Éste es por definición aquello que se manifiesta, lo que aparece, tal cuál es en su aparicion no en su gestación. Lo interrogaré entonces en su aparición no para arribar a un juicio, sea estético o de valor. Entonces, una vez situados allí, dejamos de lado las leeturas históricas y evolutivas, y obtenemos dos consecuencias inmediatas. La primera consecuencia es declarar que no hay el tan mentado fin del arte, sólo puede haber fin de¡ arte si el arte ya hubiese realizado todo lo que tenía que realizar. La segunda consecuencia, es encontrarnos con una ética, en este caso nos servimos de la ética planteada por el psicoanálisis, como un saber hacer desde un deseo subjetivo
Tenemos entonces el arte planteado como un saber ha­cer deseante Esta fórmula es aplicable a los objetos artísticos de todas las épocas, ¿qué saber hacer sería entonces lo singular del objeto del arte actual?
Algunos pensadores califican la época actual una vez atravesadas la modernidad y la posmodernidad como hipermodernidad. Caracterizada por la proliferación de objetos y las manifestaciones excesivas de los goces particulares. Paul Virilio, por ejemplo presenta como paradigma del hombre actual, lo que el llama Hombre sobreexcitado, un hombre fascinado por los objetos tecnológicos, que no duda en implantarlos en su cuerpo y que ha adoptado la velocidad como su premisa de vida. No solo cada época tiene su Hombre paradigmático. como siempre lo han presentado los filósofos ‑piensen en el alma aristotélica, el superhombre de Nietzche o más actualmente el Hommo soccer de G. Agamben‑ sino que cada época sostiene un determinado discurso.
Un discurso, no es solo un relato de oratoria, es una modalidad de interacción social, por lo tanto puede haber un discurso sin palabras. La estructura de un discurso. tal como es propuesta por J. Lacan implica la combinatoria de cuatro lugares fijos y cuatro elementos que circulan por dichos lugares, por tanto según el lugar que ocupen será afectada su función.
Los lugares son: el agente, el otro, la verdad y el producto.
Los elementos circulantes son: el significante primordial, el sujeto del inconsciente, el saber y el pequeño objeto a.
El significante primordial, e!!‑ aquél elemento tomado de nuestra lengua materna, ‑que ha sido para cada uno de nosotros el que nos ha introducido en el mundo simbólico.
El saber, es la pluralidad de significaciones o sentidos que cada uno construye en su historia de vida, como también los paradigmas elaborados por cada disciplina en su época.
El sujeto del inconsciente, es un texto que nos habita, una escritura, una interpretación temprana del mundo simbólico que nos rodea, por tanto, más cercana al sinsentido que al sentido.
El objeto pequeño a, es un objeto de satisfacción que fue recortado de los primeros intercambios del niño con la madre de los espacios corporales que han intercambiado, es tanto ese pedacito corporal, como también la forma vacía, la horma de donde se desprendió. Este objeto contingente, es decir, puede ser cualquiera, pero, una vez instalado funciona como causa al sujeto.
El psicoanalista en su función se propone como ob­jeto, es decir como un punto para atrapar la contingencia. El psicoanalista como enseñante o como clínico, actúa siempre desplazado de si mismo de su propia subjetividad para actuar como índice de la subjetividad de su interlocutor.
Es la apariencia entendida como parecer y no­ ser, lo que conviene a este objeto analista para causar la subjetividad. A este objeto de apariencia lo llamo débil por­ que justamente no se trata de serlo materialmente
Pensemos que objetos sí se intercambian en nuestra socieddad actual.
Propongo una lista de objetos a la manera de una pequeña clasificación;
Objetos fetiche, con valor de totalidades imaginarias, son objetos que permiten obturar la vivencia de una carencia. Podemos ubicar aquí como los que se prestan a ello, los de consumo en su repetición.
Objetos síntoma, son objetos con valor de partenaire. que nos traen alguna realización de deseo
Objetos de goce, son consistentes, dan lugar al nacimiento de la angustia, Paul Virilio los llama tóxicos, y podemos ubicar aquí lo que Eric Laurent llama sobredosis, es decir, objetos de exceso.
Ponemos en un renglón aparte los objetos artísticos. Hay objetos artísticos metafóricos y no‑metafóricos.
Metafóricos en tanto sustitutos de la cosa, ejemplificados en la pintura de Magrítte "esto no es una pipa” como una conservación del plano de la representación.
Muy diferentes son los objetos no‑metafóricos. Aquellos que están del lado del objeto a, en la mostración de un fragmento material del cuerpo o bien de su horma vacía.
Pensamos en la pluralidad de objetos de goce o sintomáticos, y proponemos el objeto artístico actual como objeto débil al mismo modo que el objeto analista y ubicanios también al artista mismo como objeto.
Entiendo así que el artista actual, con sus objetos conceptuales, performances, instalaciones, sea la ocasión para ocupar el mismo, al igual que el analista, el lugar de objeto en su interlocución con el espectador de la obra, causando en este último un estado subjetivo de estar siendo interpelado, interrogado hasta la inquietud: ¿de dónde venís? ¿quién sos?, ¿adónde vas?
El artista puede así en su obra, en su nombre y hasta en su cuerpo, hacerse hacer por el espectador. Hace para ser re‑hecho o deshecho, para la aparición o la desaparición.
Ante las obras actuales responde lo más real de nuestra subjetividad, el lugar de su constitución, el lugar del sin‑sentido, las escenas primordiales de nuestro inconsciente.
Hago un elogio del objeto débil en tanto apela a recuperar esta forma vacía, para que cada uno sea creador de ese instante de su existencia.